domingo, 9 de octubre de 2011

Bautizado europeo ¿eres, realmente, cristiano?

Has recibido el bautismo, pero no eres cristiano. Pero ¿hay acaso cristianos que no hayan recibido el Bautismo? San Sócrates, ruega por nosotros”. Lo escribió el humilde y valiente sabio Erasmo de Rotterdam en el siglo XVI: ¿no creéis que habría dicho lo mismo, quinientos años más tarde, en este relativista, acomodaticio y desconcertado siglo XXI, en el que diríase que la Europa oficial, la que ya no es nuestra Europa, se avergüenza de sus raíces cristianas e incurre en un vergonzante relativismo?

Es un  relativismo que nos lleva a una especie de retrógrado  individualismo que pretende disimular su empobrecimiento  y sacudir sus complejos egoístas  con la costra de lo que llaman respeto ideológico y que no es más una moderna forma de  "tolerancia hostil", en la que subyace  la repugnancia o la abierta animosidad  contra  la libertad religiosa.

No es eso lo que desea y predica el Santo Padre,  tal como lo ha dejado muy claro en su reciente visita a Alemania, su tierra natal:  Haciendo valer que  las  religiones positivas son valioso asidero para el desarrollo de la propia personalidad según la voluntad de Dios, Benedicto XVI nos enseña que  Debemos aprender a vivir no unos junto a otros,  sino unos con otros”, lo que significa “aprender a abrir el corazón a los demás, a permitir que nuestros semejantes tomen parte en nuestras alegrías, esperanzas y preocupaciones”. Tanto es así que  la religión, que está centrada en el encuentro del hombre con el misterio divino, está conectada de modo esencial con la cuestión de la paz”.

Siendo, como es, el Cristianismo  una "buena noticia",  es, por demás, la necesaria comunicación interpersonal para un radical cambio de vida en el orden del amor y de la libertad que vienen del Cielo y se refuerza en la Comunión de los santos.  

 El Señor, nos enseña el Papa,  da al ser humano  libertad,  que es un bien muy grande y el origen de muchos males, pero también es el origen de la santidad y del amor. Origen del amor: sólo los seres libres están en condiciones de amar y ser felices. Difícilmente crece el amor donde impera la coacción. Y no hay fidelidad sin la decisión libre y firme de identificarse con la Voluntad de Dios” .
En Berlín y en Erfurt, Benedicto XVI ha en entrado en la parte de Europa, que, por los no tan  lejanos avatares históricos, se encuentra hoy día más alejada  del Dios a quien adoran y siguen las personas de buena voluntad, inclusive las que poco o nada han oído hablar de Jesucristo: el Dios para tantos desconocido,  pero que se sirve de la Ley Natural  del Amor y de la Libertad entre humanos  para despertar  las conciencias un tanto adormecidas por  el  pluralismo de confesiones y, más aún, por  los materialismos o el relativismo ambiente, llámense o no ateísmo militante.

Fue en Erfurt, la ciudad de Lutero,  en donde  el papa Joseph Ratzinger  mostró más respeto, contundencia y valor a la hora de definir lo que acerca o aleja a las personas de buena voluntad  (las otras, las de mala voluntad e, incluso, los tibios, difícilmente se dejarán arrastrar por algo distinto al odio o la visceral apatía).
Ante el presidente alemán Christian Wulff, católico, y la canciller Angela Merkel, luterana e hija de un pastor protestante, Benedicto XVI reconoció que “el pensamiento de Lutero, toda su espiritualidad, estaban completamente centrados en Cristo”.  La mayor parte de la gente, también de los cristianos, siguió diciendo el Papa, da hoy por descontado que, en último término, Dios no se interesa por nuestros pecados y virtudes. Él sabe, en efecto, que todos somos carnales. Si hoy se cree aún en un más allá y en un juicio de Dios, en la práctica, casi todos presuponemos que Dios deba ser generoso y, al final, en su misericordia, no tendrá en cuenta nuestras pequeñas faltas. Pero, ¿son verdaderamente tan pequeñas nuestras faltas? ¿Acaso no se destruye el mundo a causa de la corrupción de los grandes, pero también de los pequeños, que sólo piensan en su propio beneficio? ¿No se destruye a causa del poder de la droga que se nutre, por una parte, del ansia de vida y de dinero, y por otra, de la avidez de placer de quienes son adictos a ella? ¿Acaso no está amenazado por la creciente tendencia a la violencia que se enmascara a menudo con la apariencia de una religiosidad? Si fuese más vivo en nosotros el amor de Dios, y a partir de Él, el amor por el prójimo, por las creaturas de Dios, por los hombres, ¿podrían el hambre y la pobreza devastar zonas enteras del mundo?”

SS el Papa nos enseña que la recristianización vendrá más por contagio de amor y libertad que por dichos y argumentos más o menos racionales, mejor o peor hilvanados: “No serán las tácticas las que nos salven, las que salven el cristianismo, sino una fe pensada y vivida de un modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro mundo. Como los mártires de la época nazista propiciaron nuestro acercamiento recíproco, suscitando la primera apertura ecuménica, del mismo modo también hoy la fe, vivida a partir de lo íntimo de nosotros mismos, en un mundo secularizado, será la fuerza ecuménica más poderosa que nos congregará, guiándonos a la unidad en el único Señor”. Ama y haz lo que quieras, viene a decir el Santo Padre con San Agustín.