La Iglesia reúne en Comunión a todos los fieles cristianos; en palabras de sus doctores “es en verdad esposa de nuestro Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios según está escrito (Ef. 5,25): Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella”. El Sumo Pontífice es su portavoz por expresa delegación del propio Jesucristo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
El Islam tiene en Mahoma a su Profeta como exclusivo mensajero de Alah, nombre con el que los musulmanes adoran y sirven al único Dios, el mismo al que los cristianos adoramos y servimos.
No son pocas las diferencias entre musulmanes y cristianos por cuestiones de fe; pero esa falta de coincidencia no tiene por qué ser causa de enfrentamientos en tanto en cuanto unos y otros apelamos al Dios Misericordioso y todo Amor (que decimos los cristianos) como Juez Supremo y principal referencia para nuestras vidas.
Así se vio, así se sigue viendo en el ámbito de nuestra Iglesia y así quedó magistralmente reflejado en las conclusiones del Vaticano II, cuyo portavoz, el Papa Pablo VI lo expresó de esta manera en su Encíclica “Nostra Aetate”: La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia. Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su Madre virginal, y a veces también la invocan devotamente. Esperan, además, el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por ello, aprecian además el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por tanto, aprecian la vida moral, y honran a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno…. Si en el transcurso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes, el Sagrado Concilio exhorta a todos a que, olvidando lo pasado, procuren y promuevan unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres…. No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. la relación del hombre para con Dios Padre y con los demás hombres sus hermanos están de tal forma unidas que, como dice la Escritura: "el que no ama, no ha conocido a Dios" (1 Jn 4,8)….Así se elimina el fundamento de toda teoría o práctica que introduce discriminación entre los hombres y entre los pueblos, en lo que toca a la dignidad humana y a los derechos que de ella dimanan”