miércoles, 18 de julio de 2012

DIJO DIOS HAYA LUZ Y HUBO LUZ


Los sofisticados ingenios mecánicos en las funciones de ver y analizar, seguidos de complicados y, no pocas veces, enrevesados cálculos matemáticos, han ayudado a presentar la hipótesis de que el átomo es un complejo mundo de materia y energía, a modo de minúsculo sistema planetario al que también afectan las leyes de la gravitación universal.
Desde hace algunos años,  en los campos de investigación sobre la base física del todo material de que se supone está compuesto el Universo, se habla de los quarks (mínimas porciones de “algo”) como partículas constitutivas de los bariones y mesones, entendiendo por barión al denominador común de los protones, neutrones e hiperones y por mesón un elemento a medio camino entre la materia y la pura energía (lo que los científicos llaman un bosón que facilita la interacción entre las diversas partículas subatómicas).
En ciertos apuntes teóricos sobre el tema se sugería la existencia de partículas sin masa, algo así como “porciones de energía” con la “facultad” de inventar o prestar masa a las más elementales entidades materiales. Al respecto y sí que preocupados por no perdernos en un laberinto de sugestivas formulaciones, podemos recordar a la llamada “teoría de las supercuerdas” que sugiere la existencia de hasta once dimensiones que apuntalarían la viabilidad de todas las leyes físicas que rigen la existencia y funcionalidad del Universo y, como muy sugerente, un paralelismo absoluto entre las leyes físicas de lo “infinitamente” pequeño y lo “infinitamente” grande (es decir el Universo o Totalidad Física de imponderables dimensiones). Leyes que habrían de regir el movimiento y función de “algo” pendiente de descubrir.
Fue en 1964 cuando Peter Higgs, que hoy cuenta 83 años, expuso al mundo de la ciencia una idea que prometía llevar al descubrimiento de ese algo como punto de partida de la realidad material: las partículas elementales se mueven no en el vacío sino en lo que los antiguos llamaban éter y que él presentó como un campo pleno de “bosones” o elementos con la virtualidad de destruir y asignar masa a las otras ya conocidas o adivinadas partículas subatómicas. Se llamó “Campo de Higgs” a ese supuesto mar de inconmensurable actividad y “Bosón de Higgs” al  supuesto subatómico proveedor de  las porciones de masa necesarias para la viabilidad funcional del mundo de las partículas elementales.
Para comprobar la concordancia de la teoría con la realidad había que contar con elementos de observación experimental desconocidos hasta la fecha; fue así como nació el Gran Colisionador de Hadrones (LHC del inglés Large Hadron Collider) la máquina que, tras años de paciente y escrupulosa investigación, ha facilitado lo que, desde el día cuatro de este mes de julio, el mundo científico no duda en calificar como el “descubrimiento del siglo”: el Bosón de Higgs existe más allá de cualquier duda razonable y cumple la función que supuso su mentor.
Según ponderados científicos, ello significa que conocemos el 4%  de la estructura del Universo, lo que quiere decir que la Ciencia se ve impotente para explicar el cómo y el para qué del 96% restante, incluido el misterio de la vida además del qué y el para qué del alma humana con el consecuente don de la libertad.  Claro que tal parcial descubrimiento, a lo sumo, nos lleva al momento en el que, según el Libro Sagrado, “dijo Dios haya luz y hubo luz” (Gen 1, 3)
Luego de admitir que el redactor sagrado no era ni podía ser un científico del siglo XXI y sí una persona de buena voluntad que, para creer, admitía sus limitaciones y escuchaba la voz de Dios o de su conciencia para luego apuntalar su fe con una razonada reflexión, los no materialistas vemos en el fenómeno descrito por ese redactor del Libro al momento inicial de la necesaria conexión del espacio, el movimiento y el tiempo para dar paso a la materialidad universal.
Desde la perspectiva de la ciencia moderna ¿estuvo en la luz el germen o principio físico de todo lo material que había de venir a posteriori? El propio Einstein no se atrevió a pronunciarse categóricamente sobre ello: lo más lejos que llegó al respecto fue aceptar a la luz como formada por  “granos” de energía-materia llamados fotones, especie de quantos o partículas elementales sin masa apreciable... con un origen absolutamente misterioso. Pero, el que en los fotones no se pueda apreciar o medir la masa ¿es prueba de que realmente no exista, máxime cuando se admite el carácter corpuscular de un haz de luz?  En el orden de los principios físicos es razonable admitir que la luz, compuesta por fotones, en razón de un plan o proyecto, “urdido en la eternidad” y con millones de siglos por delante, puede facilitar la formación de lo que los físicos llaman protones, los mismos elementos que, en complejísimas asociaciones, forman los átomos, los cuales, en nuevos planos de también muy compleja asociación, formarán las moléculas, que seguirán la progresiva escala de las realidades materiales siempre en el orden que evidencia esa fantástica conexión entre espacio, movimiento y tiempo.
Pudo desarrollarse así el proceso o de otra forma: por el momento, a la Ciencia le resulta imposible tanto adentrarse en el misterio de la raíz esencial de las cosas (la misma que dio o pudo dar paso a ese “Bosón de Higgs”) como presentar aceptables explicaciones del papel que nosotros mismos desempeñamos en lo que, a todas luces, hemos de calificar como un fantástico orden universal. Es el mismo Einstein quien dejó dicho: “la experiencia más hermosa que tenemos a nuestro alcance es el misterio... la certeza de que existe algo que no podemos alcanzar” (Religión en Libertad, 17-07-12).  
O que sí podemos alcanzar a través de nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero. 

miércoles, 20 de junio de 2012

LA IGLESIA Y EL BECERRO DE ORO


La Iglesia, como “Esposa de Cristo” (Jn 3,29), cuenta con santos que “viven en el mundo sin ser de este mundo(Jn 17,11-19) y es mantenida por la ayuda y “supervisión” del Espíritu Santo mientras que, como organización, con “los pies en el suelo”, precisa una logística y un mantenimiento no muy diferentes a los de las sociedades puramente terrenas, y, por lo tanto, ha de contar con directivos (incluida la Jerarquía comandada por el Papa), administradores y demás burócratas, todos ellos con su carga de bondades y miserias.
La Historia de la Iglesia evidencia que, pese a los altos y bajos en la moralidad de su burocracia, es mantenida viva, muy viva por su Cuerpo Místico o Comunidad de los buenos cristianos tanto de su Base como de su Jerarquía, fieles a Jesucristo en amor y libertad.
Bajo palabra del mismo Jesucristo (Jn, 14, 15-21), creemos que aun más viva y progresista seguirá la Iglesia hasta el fin de los tiempos a pesar de la multitud de renegados de cualquier esfera social que, con más o menos pasión, optan por adorar al Becerro de Oro, símbolo de desafueros y vicios, para caer en la trampa de lo intrascendente con sus adormideras del dinero fácil, la corrupción del poder y las mil y una formas de degradación. Los buenos cristianos siempre harán de contrapeso.
Por definición, consideramos buenos cristianos a cuantos se aman (nos amamos) unos a otros como Cristo nos ama (Jn. 15,9). Queda claro para ellos (para nosotros) que ese amor ha de ser “paciente, servicial…,  que no busca su interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13, 4-7).
Es ese amor el que, a la par que abre el camino de la felicidad a las personas de buena voluntad, pone los cimientos a los mejores capítulos de la historia de la Humanidad, no sin superar todas las dificultades que, en sentido contrario, oponen los egoísmos y miserias de una parte de los llamados a ser protagonistas de esa misma historia. Así se explican las luces y las sombras que jalonan la trayectoria histórica de todas las instituciones humanas, incluida la Iglesia Católica, cuya capacidad de convocatoria y de cohesión social, han sabido aprovechar para sus propios fines no pocos reyes y señores de este mundo.
Los reyes y señores de este mundo, recordémoslo, arrastran tras de sí el alienante tufillo del lujo y desenfreno como fuerza que empuja a la adoración del Becerro de Oro (lo que los clásicos han llamado auri sacra fames) y convierte en esclavos incluso a una parte de los llamados a edificar la Ciudad de Dios. De ello la Historia nos da ejemplos tanto más relevantes y numerosos cuanto más el poder de la Iglesia se comprometió con las instituciones de este mundo, llegando con harta frecuencia a confundir religión con política. Así lo han hecho infinidad de líderes políticos y, también, no pocos líderes religiosos: recuérdese a Manes, Arrio, Mahoma… y ¿por qué no? a papas como Inocencio III, Alejandro VI, Julio II….
Conscientes de ese grave peligro, no faltaron ni faltan laicos, sacerdotes, obispos, papas, doctores de la Iglesia…, que, con la ayuda de Dios, trataron y siguen tratando de facilitar el oportuno remedio, siempre bajo la premisa de respetar una libertad que se hace necesaria para el fecundo ejercicio de la responsabilidad en jefes y subordinados. En consecuencia, obligado es reconocer que la Cristiandad ha contado con  grandes líderes religiosos que han sabido mantener en sus justos términos la práctica de todo lo que significa adorar a Dios y el respeto debido al César: clásico ejemplo de ello nos lo dio San Ambrosio cuando, siendo obispo de Milán, con el valor y libertad de los hijos de Dios, recriminó y obligó a hacer pública penitencia por sus crímenes al más poderoso de su época, el emperador Teodosio.
Entre los fervorosos adoradores del Becerro de Oro y los buenos cristianos, que integran a la verdadera Iglesia, no podemos obviar a los tibios, que “dan náuseas” (Ap 3,15-16) en cuanto nunca saben a que carta quedarse y pasan su tiempo en señalar y no decidir, en decir que creen sin acertar a definir en qué…, para, a la postre, convertirse en  el apoyo social de los que, decididamente, todo lo encauzan hacia sí mismos. (Religión en Libertad, 20-6-12)

miércoles, 23 de mayo de 2012

LA GUERRA, EL AMOR Y LA HISTORIA


Cuando, sin los tapujos del derrotismo relativista, repasamos la historia o,  de la mano de un científico, observamos los entresijos de la realidad material, podemos muy bien creer que evoluciona hacia mejor todo aquello que responde positivamente a las potencias del Amor: ¿Por ventura, no se aprecia ya un remedo de amor en la partícula más elemental cuando, siguiendo lo que Teilhard de Chardin llamó el Plan General de Cosmogénesis se “une y participa” en la formación de una realidad material superior? Para ello ha necesitado volcar hacia lo otro parte de su energía interior...  y sintonizar con la Energía Exterior, esa misteriosa fuerza  de  la que puede decirse que está permanentemente empeñada en abrir caminos de más‑ser a todo lo que opta por la Unión.
No obstante tan ilusionante hipótesis, que parte de la creencia de que cuanto existe es una irradiación de amor, son muchos los que, a lo largo de la Historia, han preferido aferrarse al supuesto de que, al principio de todo, está la animosidad o contradicción total: es decir, la guerra entre todos y contra todo en pura y simple imagen de desintegración total.
Entre los de la Antigüedad, el más celebrado de los promotores de esta singular y descorazonadora teoría es Heráclito el Obscuro, que vivió allá por el siglo V antes de J.C.: Defendía “que uno es siempre uno e igual a sí  mismo,  lo vivo y lo muerto, lo despierto y lo dormido, lo joven y lo viejo.... todo se dispersa y se congrega de nuevo, se aproxima y se distancia”. Según ello el futuro es consecuencia de la permanente oposición entre realidades en permanente oposición porque “la guerra es la madre de todas las cosas” por la voluntad de un “dios que es el día y la noche, invierno y verano, guerra y paz, saciedad y hambre, un ser permanentemente igual y desigual”.  De ser ello así, carece de sentido conceder a las cosas un tilde de “energía interior” y no cabe la mínima responsabilidad al hombre puesto que no hay sitio para la libertad... mientras que “la Energía Exterior que mueve el mundo” obraría sin orden ni concierto.
Lo de la guerra como “madre de todas las cosas” cuajó fuerte en aquel apasionado defensor de Napoleón que fue Guillermo Federico Hegel, el mismo que nos ha legado  la cacareada dialéctica del amo y del esclavo con la Ley de Contrarios como soporte principal. Esto de la Ley de Contrarios entusiasmó al tanden Marx‑Engels   hasta el punto de que toda su producción intelectual, desde el “Manifiesto Comunista” hasta la “Crítica del Programa de Ghota” pasando por “Das Kapital”, gira en torno al dogma de que “la historia del Mundo es la historia de la lucha de clases” con singulares apuntes como el de que “la podredumbre es la fuente de la vida”, que dijo Engels.
Visto lo visto, ¿no resulta infinitamente más razonable el aceptar, CREER, que la partícula más elemental, por su mismísima razón de ser, estaba ya animada por una energía interna capaz de responder en armonía a la invitación de la Energía Exterior y que la positiva respuesta a tal invitación obedecía y obedece a la universal tendencia a lo más perfecto  por caminos de “unión que diferencia” (o personaliza)? Reconozcamos que lo que se une, más que perder su “esencia”, sigue siendo lo que era, pero en un escalón superior del ser.
Las cosas y fenómenos son tal cual son porque, en el mundo de la realidad, lo que progresa es a base de unión y complementariedad, no de confusión ni, mucho menos, de oposición: lo evidente en las partículas elementales, lo es en mayor medida en los organismos de más en más complejos. Analizado a través de los más avanzados medios de observación, un átomo muestra que es en la asociación como mantienen su relevancia y cumplen su función las minúsculas elementos que lo integran: aparecen diferentes y “necesitados” unos de otros hasta componer una realidad con mayor sentido o trascendencia; en escala ascendente, las realidades materiales continúan así hasta alcanzar la etapa de un ser capaz de amar sin contrapartida material alguna, capaz de reflexionar sobre su propia reflexión, capaz de vivir la formidable aventura de la libertad.
Hasta llegar al Hombre las distintas realidades materiales participan ciegamente en lo que, sin rebozo, puede llamarse “armoniosa y progresiva expresión de la Realidad” (¿evolución?). No hay “oposición de contrarios” ni guerra que se pueda llamar guerra hasta llegar al “homo sapiens” el único poblador del mundo que, en uso de su libertad con la capacidad de odiar o amar, puede llegar a  destruirse a sí mismo. No pocos autoerigidos en dioses de barro lo han intentado y lo siguen intentando al hilo de la estúpida creencia de que el otro solamente existe para besarle los pies; claro que, cuando no el estrepitoso fracaso, la propia muerte les condenó al ridículo. Lo peor de tales comportamientos es la emulación o envidia que despiertan a pesar de que todos podemos ver ampliamente demostrado que, además de la propia infelicidad,  ahí radica el origen de los enfrentamientos y guerras que, entre escasos paréntesis de sentido común y fraternal armonía, jalonan la historia de la Humanidad.
Ama y haz lo que quieras es la divisa  para que la historia que más nos afecta, la propia, sea la que puede ser según nuestras respectivas circunstancias. Obviamente, por ese amor se entiende sacar el mayor partido a la propia situación con el voluntario vuelco de las personales capacidades en el trabajo creador y solidario con la suerte de los demás.

sábado, 28 de abril de 2012

La inacabada Obra de la Creación


La ocurrencia de que la Obra de la Creación sigue deliberadamente inacabada carece de aval científico; pero no creo que, por ello, tenga que ser colocada detrás de las teorías de reputados estudiosos del Universo, quienes, en el mejor de los casos (Albert Einstein o Stephen Hawking, por ejemplo), no han sobrepasado la primera línea del Libro de la Ciencia: ¿Que el Universo es tan inconmensurable y tan complejo que se extiende hasta más allá de las fronteras del Misterio?  Científicos o no, en eso coincidimos todos o casi todos y, puesto que lo realmente conocido cabe en una brizna de papel, cada uno de nosotros cuenta con todo el campo que quiera para la propia imaginación con más o menos las mismas probabilidades de acertar.
Claro que algunos podemos jugar con ventaja si partimos de la fe en lo dicho por persona de indiscutible autoridad para luego razonar e incluso divagar sobre lo más consecuente: es el posicionamiento del que cree para entender y discurre para creer (“credo ut intelligam, intelligo ut credam”). Tanto mejor si nos afianzamos en la idea de que esa persona de indiscutible autoridad, por ser el mismísimo Hijo de Dios, Dios de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero pasó por la tierra para invitarnos a continuar el proyecto divino (¿porqué no la Creación en su más elevada dimensión?) amándonos unos a otros como Él nos ha amado y nos sigue amando con la inigualable prueba de su vida terrena y su muerte en cruz al ser tratado como el más indigno de los criminales para luego resucitar merced al exclusivo poder divino.
Aceptando que ahí radica el meollo de la fe cristiana, que la razón suprema de todo ello es el Amor y que éste, cuanto mayor es, tanto más exige ser correspondido en libertad, no es nada complicado aceptar que los otros, tú y yo, personas objeto de ese amor, debamos discurrir sobre la mejor manera de corresponder a ese amor: ¿no será una de ellas el aplicarnos al desarrollo de nuestras personales capacidades en beneficio de nuestros semejantes sin esperar a que ellos den el primer paso de mayor acercamiento? ¿habéis reparado en el hecho de que los seres humanos contamos con distintas y yo diría que complementarias capacidades? Hechas estas constataciones ¿está fuera de lugar suponer que la Creación seguirá avanzando a medida de que progrese el verdadero amor entre los seres humanos?                      Publicado en Religionenlibertad.com _ 27-04-12 

sábado, 21 de abril de 2012

Las cifras de la Iglesia Católica


· 5.141 Centros de enseñanza; 990.774 alumnos. (Ahorran al Estado 3 millones de euros por centro al año)
· 107 hospitales (Ahorran al Estado 50 millones de euros por hospital al año)
· 1.004 centros; entre ambulatorios, dispensarios, asilos, centros de minusválidos, de transeúntes y de enfermos terminales de SIDA; un total de 51.312 camas (Ahorran al Estado 4 millones de euros por centro al año)
· Gasto de Caritas al año: 155 millones de euros (salidos del bolsillo de los cristianos españoles.)
· Gasto de Manos Unidas: 43 millones de euros (del mismo bolsillo)
· Gasto de las Obras Misionales Pontificias (Domund): 21 millones de euros (¿Imaginan de donde sale?)
· 365 Centros de reeducación para marginados sociales: ex-prostitutas, ex-presidiarios y ex-toxicómanos; 53.140 personas. (Ahorran al Estado, medio millón de euros por centro)
· 937 orfanatos; 10.835 niños abandonados. (Ahorran al Estado 100.000 euros por centro)
· El 80 % del gasto de conservación y mantenimiento del Patrimonio histórico-artístico. (Se ha calculado un ahorro aproximado al Estado de entre 32.000 y 36.000 millones de euros al año)
A todo esto tenemos que sumar que casi la totalidad de personas que trabajan o colaboran con Manos Unidas, Caritas, etc. son voluntarios 'sin sueldo' (aunque a algunos les extrañe es cierto, hay personas que trabajan por los demás sin pedir a cambio un salario), realizando su labor para ayudar a los demás sin pedir nada a cambio. ¿En cuánto podríamos cuantificar su trabajo?
Esta es la razón por la cual el Estado sigue dando algunas ayudas a la Iglesia Católica, porque le sale muy, pero que muy barato.
Lo asombroso es que nadie (o muy pocos) saben de este ahorro esencial para que la economí­a española 'vaya bien...'.
Como contrapartida ¿Cuantos comedores para indigentes ha abierto CC.OO? ¿Cuantos hospitales para enfermos terminales y de SIDA mantiene abiertos UGT? ¿A dónde puede ir un necesitado a pedir un bocadillo a la sede del PP? o ¿a la del PSOE? o ¿a la de IU ?... Pues todos estos viven de nuestros presupuestos...
Nos sentimos orgullosos de ser católicos

martes, 3 de enero de 2012

LA FAMILIA CRISTIANA DEL SIGLO XXI

La fecundidad ha padecido un desmoronamiento en muchas regiones, especialmente allí donde las riquezas son abundantes. La plaga del divorcio se extiende en países de larga tradición cristiana. El aborto hiere profundamente el alma de los pueblos y las conciencias de las personas. Las "uniones de hecho" constituyen un grave problema social cada día más extendido. Leemos en uno de los correos que nos llegan diariamente.

Casí, casi, nos habían convencido de que el hombre se basta a sí mismo para ser feliz: estudias una carrera o aprendes un oficio; con tu primer trabajo empiezas a ganar dinero, compras tu primer coche, no te metas en líos y a disfrutar de la vida al hilo de los tiempos ¿nada más? Puede que haya otras formas de vivir, pero… ¡¡Carpe diem!! En paralelo, no faltan mercaderes de voluntades que, convencidos de que todo aquello de justicia social es literatura de otro tiempo, hacen carrera volviendo patas arriba todo lo que huele a trascendente responsabilidad: piensa en ti, da libertad a tus instintos y todo lo demás se te dará por añadidura, sobre todo en aquello que se refiere a la libertad sexual ¿qué todo debe seguir un orden? Pamplinas…. Lo peor de todo es que nunca reconocerán su fracaso en la búsqueda de una mínima tranquilidad de conciencia; es así como crece y crece, el relativismo y la pérdida del afán de superación, con la consiguiente entronización de lo facilongo y estéril, sobre todo en cuestión de relaciones sexuales.

Es una situación que Mons. Angelo Scola, Patriarca de Venecia, describe de la siguiente manera en un reciente libro suyo:

"Universalismo científico y politeísmo neo-pagano explican la extrema facilidad con que una cultura andrógina se difunde cada vez más.

Según esta cultura la diferencia sexual no es, como afirma la psicología del profundo, insuperable e indeducible. Al contrario, llegará (y no tardará mucho) el día en el que cada hombre podrá elegir según su gusto su propio sexo o pasar en el arco de la misma existencia, de un sexo a otro. Las "biotecnologías" harán todo eso técnicamente posible... y en la ausencia total de valores de referencia desde el politeísmo neo-pagano, tenderá a transformar lo que "tú puedes" en lo que "tú debes".

El androginismo no es solamente la delirante búsqueda de la utopía de una autosuficiencia sexual que se basta a si misma, sino que... se revela como la negación misma de la autodonación fecunda.

Así que el androginismo... tiende a pervertir los tres aspectos del misterio nupcial (diferencia sexual, don de sí, fecundidad)... (propalando) un "erotismo difusivo".

La revolución sexual ha acercado al nivel de las masas una práctica de la sexualidad que entremezcla elementos libertinos y elementos románticos.

El otro, su cuerpo, es reducido a una pura maquina que permita el acceso al fuego del placer. Sobre todo la mujer, en su ser símbolo eminente del Otro, es anulada. La afección... es tratada como una enfermedad mortal contra la cual no hay ninguna defensa. El resultado es una desconstrucción radical de la esfera del amor y un demudamiento del misterio nupcial".

¿Quiere ello decir que sigue siendo posible lograr una razonable felicidad humana sin los atajos  que sugieren los ecos de la selva? Por supuesto que sí: la prueba la encontramos en no pocas familias cristianas, jóvenes familias cristianas, que no consideran tragedia, por ejemplo, el tercero o cuarto hijo que llega sin esperarlo pero que, por cuestión de amor y derecho natural, es reconocido como una bendición.

Nos gusta creer que todo eso de amor fácil o placer sin reservas perderá progresiva atracción entre buena parte de los jóvenes más responsables  para dar paso a la ilusión y compromiso serio por  construir una familia en plenitud y con vocación de trascendencia a la sombra del testimonio de Amor y Libertad que desprende la Cruz.