viernes, 22 de noviembre de 2013

TÚ ERES PEDRO Y SOBRE ESTA PIEDRA EDIFICARÉ MI IGLESIA.

  Llegado a la región de Cesárea de Filipo,  Jesús hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Él les dijo: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt. 16, 13:20).
  ¡Jesucristo fundó realmente su Iglesia y colocó a Pedro y a sus sucesores como piedra angular de la misma! De tal constatación se alimenta nuestra fe y nuestra fidelidad a la Iglesia de Roma,  la  misma  que ha respondido y sigue respondiendo  a los desafíos de la Modernidad con los valores de siempre y a través  de excepcionales personajes como los reseñados en esta página.


   El Beato Juan XXIII (Angelo Giuseppe Roncalli, 1881-1963) gobernó la Iglesia Católica durante cinco escasos años, que resultaron ser unos de los más fecundos de  nuestro tiempo: a poco de su nombramiento. Le debemos la convoca-toria del Concilio Vaticano II, las encíclicas “Mater et Magistra”  (1961) y “Pacem in Terris”  (1963), con las que puso de relieve el incuestiona-ble hecho de que es en el Cristianismo en donde se ha de buscar la  solución a los enfrentamientos entre patrones y obreros o entre unos pueblos y otros.  Es recordado como el Papa Bueno.


   Pablo VI (Giovanni Montini, 1897-1878), sucesor de Juan XXIII,  gobernó a la Iglesia durante quince años en los que mostró atemperado talante en el desarrollo y  aplicación de las conclusiones del Concilio Vaticano II,  culminando el llamado Aggiornamento o puesta al día  de los valores católicos frente a los desvaríos del mundo moderno. Trabajó  infatigablemente  por el acercamiento con los "hermanos separados",  buscó el diálogo con otras religiones y con los  ateos, al tiempo que exigió cambios significativos en las relaciones entre países ricos y los pobres del Tercer Mundo.  Nos hizo el regalo de nombrar  Madre de la Iglesia a Nuestra Señora, la Virgen María.

   Juan Pablo I (Albino Luciani. 1912-1878) , recordado como “El Papa de la Sonrisa”,  inició su Pontificado pidiendo para el Mundo “la llama de la Caridad en oleadas de Amor”. Falleció a los  33 días de ocupar la Silla de Pedro, tiempo suficiente  para que la Madre Teresa de Calcuta dijera de él: "Ha sido el mejor regalo de Dios, un rayo de sol del amor de Dios que brilla en la oscuridad del mundo".  Pese a la brevedad de su Pontificado, dio pruebas de entrega total al servicio de la Iglesia.  Actualmente se encuentra en proceso de beatificación.


     El Beato Juan Pablo II (Karol Woitila, 1920-2005) representa la fuerte personalidad de un auténtico Hombre de Fe  frente  a la apostasía, el relativismo  y el paganismo materialista.  Fue aclamado como uno de los líderes más influyentes del siglo XX, recordado especialmente por ser uno de los principales símbolos del anticomunismo con innegable protagonismo en la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento  del Bloque Soviético. Orientó  su Pontificado (veintisiete años) en cinco direcciones: la nueva evangelización, la unión de los cristianos, la defensa de los derechos humanos sin distinción de credos, la paz entre los bloques y el rigor doctrinal.

   Benedicto XVI (Joseph Aloisius Ratzinger, n. 1927) sucedió  en 2005 a Juan Pablo II. Reconocido como uno de los más acreditados teólogos de nuestro tiempo, ha manifestado sin ambages: “Sólo en la Iglesia es posible ser cristiano y no al margen de la Iglesia”. Sus publicaciones son imprescindibles para cuantos, en la sinceridad de su corazón, buscan la Verdad. Valeroso y humilde, decidió abandonar el Pontificado (2013) y centrarse en el estudio y la oración, cuando, por su edad y enfermedades, “se sentía sin fuerzas para seguir ejerciendo el ministerio papal”. En su retiro,  sigue como Papa Emérito y, según su sucesor, el Papa Francisco, haciendo de "Abuelito de la Iglesia"



  Francisco (Jorge Mario Bergoglio, 1936),  tras la renuncia al cargo de Benedicto XVI, fue elegido Sumo Pontífice el 13 de marzo de 2013. Es el  primer iberoamericano y el primer miembro de la Compañía de Jesús en dirigir  a la Iglesia católica. Además del español natal, habla latín, italiano, alemán, francés e inglés. Gusta de dirigirse a todos en un plano de igualdad porque, para él, “gobernar es servir” al tiempo que manifiesta clara preferencia por los pobres y por los que más sufren. 
   Por demás cuenta con un carisma especial que le facilita el acercamiento a los jóvenes: se calcula que más de tres millones de todo el Mundo le siguieron en la Jornada Mundial de la Juventud 2013, celebrada en Río de Janeiro. 
    Sin duda alguna, el Papa Francisco es un regalo de la Providencia. En tiempos en los que el relativismo, la apostasía e inventos como el de incurrir en el disparate de entrelazar  materialismo marxista con valores cristianos arrastran a tantos millones de tibios, el Subcontinente Americano recibía como a uno  de los suyos al propio Representante  en la Tierra del Hijo de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero. 

sábado, 23 de marzo de 2013

SIGUIENDO EL CAMINO DE SUS ANTECESORES


Habemus papam fue la gran noticia del pasado 13 de Marzo: tras la libre y responsable renuncia de  SS Benedicto XVI, en la quinta votación del preceptivo Cónclave, la elección recayó en SE el Cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, Papa número 266 de la Iglesia católica con el nombre de Francisco.

Por primera vez en la Historia, ocupa la Sede de Pedro un hispanoamericano y, también, por primera vez, la Compañía de Jesús ve a uno de los suyos al frente de la Iglesia Católica. Es de lugar, transcribir sus primeras palabras desde la balconada de la Basílica de San Pedro:  

Hermanos y hermanas, buenas tardes: Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja (reza con todos los asistentes  Padre nuestro. Ave María. Gloria al Padre).
Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí.... Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad..
 Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descanséis (Tomado de Zenit.org)
Uno de los primeros en hacer llegar al nuevo Papa su felicitación fue el Prepósito General de su misma Congregación, el Padre Adolfo Nicolás Pachón, S.J. Según la revista virtual Zenit.org, ésta ha sido la respuesta del Santo Padre Francisco: 
Querido Padre Nicolás: Con sumo gozo, he recibido la amable carta que, con ocasión de mi elección a la Sede de San Pedro, ha tenido a bien enviarme, en nombre propio y de la Compañía de Jesús, y en la que me participa su oración por mi Persona y ministerio apostólico, así como su plena disposición para seguir sirviendo incondicionalmente a la Iglesia y al Vicario de Cristo, según el precepto de San Ignacio de Loyola. Le agradezco cordialmente esta muestra de aprecio y cercanía, a la que correspondo complacido, pidiendo al Señor que ilumine y acompañe a todos los Jesuitas, de modo que, fieles al carisma recibido y tras las huellas de los santos de nuestra amada Orden, puedan ser con la acción pastoral, pero sobre todo, con el testimonio de una vida enteramente entregada al servicio de la Iglesia, Esposa de Cristo, fermento evangélico en el mundo, buscando infatigablemente la gloria de Dios y el bien de las almas. Con estos sentimientos, ruego a todos los Jesuitas que recen por mí y me encomienden a la amorosa protección de la Virgen María, nuestra Madre del cielo, a la vez que, como prenda de abundantes favores divinos, les imparto con particular afecto la Bendición Apostólica, que hago extensiva a todas aquellas personas que cooperan con la Compañía de Jesús en sus actividades, se benefician de sus obras de bien y participan de su espiritualidad.
Miserando atque eligendo (lo miró con misericordia y lo eligió) es el lema  que el papa Francisco ha incluido en el Escudo de  su Pontificado, cuyos detalles los explica  el Padre Federico Lombardi, director de la oficina de prensa de la  Santa Sede: “sobre fondo azul, lleva los mismos símbolos de la dignidad pontificia de Benedicto XVI: mitra colocada entre dos llaves de oro y plata de forma de cruz, unidas por un cordón rojo. En lo alto campea  el emblema de la orden del Papa, la Compañía de Jesús: un sol radiante con el monograma de Cristo en rojo. La letra H lleva una cruz encima y las puntas son tres clavos negros. Abajo una estrella y una flor de nardo. La estrella, según la tradición heráldica, simboliza a la Virgen, Madre de Cristo y de la Iglesia, mientras la flor de nardo indica a San José,  patrono de la Iglesia Universal. En la tradición iconográfica española, efectivamente, San José lleva una vara de nardo. Con esos símbolos el Papa manifiesta su amor  por la Virgen y San José”.
¿Os dais cuenta de que, gracias a Dios,  desde que, con Pío IX,  la Iglesia se liberó de una buena parte de sus preocupaciones temporales , uno tras otro, la Iglesia ha contado con sucesivos Sumos Pontífices que, sobre cualquier otra consideración, se han preocupado de obrar como servidores de los servidores de Dios?  Y viene ahora este buen discípulo de San Ignacio para quien el verdadero poder está en el servicio a los que más lo necesitan.  Demos gracias a Dios y, junto con el trabajo de cada día, no dejemos de rezar por él y por nosotros.