lunes, 30 de mayo de 2011

CAMBIO DE ÉPOCA EN ESPAÑA

   Los ciudadanos en general y, en especial, los católicos no debemos confundir la Política con la Religión: mientras que ésta se ocupa de las cosas de la Ciudad Celestial, aquella se centra, esencialmente, en las cosas de este mundo de forma que, en la mayoría de los casos es protagonizada por personas que ocupan puestos de responsabilidad en razón de su nacimiento, por que los avatares históricos así lo han dispuesto o, como ocurre en las sociedades democráticas, a raíz del resultado de una elecciones.
   Para la Iglesia y sus fieles, más que el origen del poder es objeto de atención la forma en que los poderosos ejercen su responsabilidad: no es lo mismo asumir que son servidores de los servidores de Dios que el pretender que pueden hacer lo que les venga en gana porque han ganado unas elecciones o que tal o cual ideología puede convertirse en depositaria de la verdad absoluta por el hecho de venir respaldada por una mayoría: recordemos el caso del nazismo o de la experiencia soviética para curarnos en salud y, remedando a Ortega y Gasset, proclamar alto y claro: no es esto, no es esto… aunque nosotros mismos hayamos caído en la trampa de defender y votar a lo inconveniente.
   Creemos muy oportuna esta reflexión ante el cambio de rumbo que, según muestran los resultados de las últimas elecciones, los electores españoles exigimos a nuestros gobernantes, en especial al señor Rodríguez Zapatero, sus recalcitrantes discípulos y algún que otro político fiel a las viejas consignas marxistas.
   Monseñor Demetrio Fernández, obispo de  la españolísima y bella Córdoba, ve en toda España un Cambio de época, empezando por su ciudad precisamente gobernada  por el PCE o IU desde 1979 hasta ser desbancada por la oposición en recientes elecciones del 22 de mayo, no de forma menos contundente a como ha ocurrido en los tradicionales feudos del PSOE, del que es secretario general y principal responsable el Presidente del Gobierno, señor Rodríguez Zapatero.
   Según la reseña que publica la revista Zenit,  dicho prelado percibe “signos palpables de que estamos asistiendo a un cambio de época”. “Y en un cambio de época –añade- nos jugamos mucho según las bases que pongamos a la hora de construir ese futuro mejor". "Las pasadas elecciones del 22 de mayo son un signo notable de este cambio de época. No sólo porque ganaron éstos o aquéllos, sino porque ha cambiado la fisonomía política de España, sobre todo en algunos lugares donde el cambio parecía imposible”. “Un cristiano mira esta realidad desde una perspectiva creyente –recuerda--. La fe no nos aparta de la construcción de este mundo, sino que por el contrario nos hace protagonistas de la edificación de la ciudad terrena, donde se fragua nuestro destino eterno”.  “Reconocemos la autonomía de las realidades temporales –señala--, que se rigen por sus propias normas, y queremos aportar desde la religión lo mejor de nosotros mismos para hacer de la ciudad terrena una ciudad más habitable, más justa y más fraterna”.  El obispo comunica que sus visitas pastorales a los pueblos de su diócesis le han convencido de que “la Iglesia católica tiene una presencia muy importante en la configuración sociopolítica de los pueblos y de la sociedad actual”. “No hay grupo humano más activo hoy que el que constituyen las personas que están en torno a la parroquia: catequistas, voluntarios de Cáritas y Manos Unidas, misiones, atención al culto en las iglesias, desde la limpieza y el mantenimiento hasta el coro parroquial para las celebraciones litúrgicas, grupos de formación de adultos, movimientos de apostolado seglar, cofradías y hermandades con creciente participación de los jóvenes, campamentos y actividades de tiempo libre con los niños y jóvenes. La fe está viva en nuestras parroquias de Córdoba”, constata. Y además, añade, “las familias cristianas que quieren educar a sus hijos en sus mismos valores. Profesores de religión católica en la escuela con un alto porcentaje de alumnos que eligen libremente esta asignatura, escuelas católicas regidas por instituciones religiosas con el más alto prestigio académico”.  Por tanto, afirma el pastor cordobés, “la Iglesia católica no es una realidad mortecina, a la que podamos dar la puntilla en cualquier momento. No. La Iglesia católica constituye el sustrato más profundo y más vigoroso de nuestra sociedad actual en número, en calidad y en fiabilidad”. Si alguna cosa nos falta, señala, “es la presencia en la vida pública de cristianos creyentes y convencidos de su fe. La sociedad puede cambiar, pero es necesario que los cristianos bajen a la arena pública y ejerzan su influjo donde se toman las decisiones de la convivencia ciudadana. Hay un desfase entre las convicciones religiosas de este pueblo y su influjo en la construcción de la ciudad terrena". "El cristiano que vive desde la fe puede y debe influir mucho más en la nueva época que se está gestando”. “Hablar de Dios, dejarle espacio a Dios, vivir el Evangelio de Jesucristo, proponer una y otra vez la moral que brota del Resucitado, dejar y fomentar que un pueblo viva y exprese sus más profundos sentimientos religiosos en la piedad popular, no será una rémora para el progreso humano, sino el principal motor de esperanza para una sociedad que se asoma a un cambio de época”, afirma.  “Los fallos de épocas anteriores –reconoce- sirven para aprender a no repetirlos en el futuro. Los cristianos tienen mucho que aportar en este cambio de época, y para eso no hay mejor cosa que ser coherentes en la vida con la fe que profesamos en el corazón”. Y concluye con una exhortación a una mayor visibilidad de los cristianos en la vida pública: “No vale ser creyente para la vida privada o aparentarlo en público y olvidarse de Dios en la gestión de la cosa pública. Los cristianos tienen mucho que aportar y nadie mejor que ellos pueden ofrecer razones para la esperanza en un cambio de época que ve declinar lo que han sido meras utopías que no conducen al progreso”.
   Acertar con la confianza y respeto que se merecen esto o aquellos políticos es esencial preocupación de los católicos quienes en todo momento y lugar deben saber distinguir aquello de “dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. En consecuencia, a la hora de votar, deben saber distinguir al político que mejor cumple con cuanto corresponde a la Ciudad de Dios.

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