martes, 9 de agosto de 2011

JMJ 2011, renovada lección de Amor y de Libertad

El Santo Padre, sucesor de Pedro, viene a Madrid del 16 al 21 de agosto a encontrarse con jóvenes de todo el mundo para, con muchos años de libre renuncia a tantas cosas para volcarse en el servicio a los demás, infundirles amorosamente el calor de la fe haciendo valer, por haberlo él vivamente experimentado, que el «tiempo de juventud sigue siendo la edad en la que se busca una vida más grande. Al pensar en mis años de entonces, sencillamente, no queríamos perdernos en la mediocridad de la vida aburguesada. Queríamos lo que era grande, nuevo. Queríamos encontrar la vida misma en su inmensidad y belleza».

SS Benedicto XVI viene hacia los jóvenes con inmensa satisfacción puesto que, tal como nos lo recuerda en su reciente libro “Luz del mundo”, «las jornadas de la juventud se han convertido en un auténtico regalo. Cuando pienso cuántos jóvenes encuentran en tales jornadas un nuevo punto de partida y viven después espiritualmente a partir de él, cuánta alegría queda después del evento, pero también cuánto recogimiento hay justamente en la inmediatez de la Jornada Mundial de la Juventud, tengo que decir que allí sucede algo que no lo hacemos nosotros mismos»

Las Jornadas Mundiales de la Juventud valen lo que valen porque representan una realista toma de posición en tanto en cuanto  «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»(Deus Caritas est, 1). Claro está que el Evangelio es bastante más que una doctrina o una filosofía: es seguir los pasos de Jesucristo hasta descubrir que no hay nada más hermoso que encontrarlo y estrechar la amistad con Él, clave decisiva para afrontar y encontrar respuesta a tantos graves problemas, desafíos, malestares presentes en la vida de los jóvenes de hoy: en particular los graves riesgos de superficialidad y banalidad propios de la sociedad de consumo, la falta de perspectivas claras para el futuro en un mundo donde crece el desempleo juvenil y la pérdida del esforzado entusiasmo por llegar a ser lo que pueden ser .

Éstos son días en los que, pese a tantos desengaños y banalidades, pese al empeño de unos pocos por desvirtuar lo más valioso de nuestras raíces históricas con forzadas tendencias hacia un laicismo radical con actuaciones políticas claramente contrarias a la Ley Natural (el aborto, la promoción del amor estéril, la entronización del capricho egoísta…), los católicos españoles –en buena parte,  gracias a la JMJ – redescubrimos nuevas lecciones de amor y de libertad con que superar la atrofia de tantas y tantas voluntades, que, en lugar de regodearse en la inanición, debieran empeñarse en la tarea  de buscar y aplicar todo lo necesario para resolver los propios problemas.

Es el  Papa quien no se cansa de recordar al Mundo que «se podrían enumerar muchos problemas que existen en la actualidad y que es preciso resolver, pero todos ellos sólo se pueden resolver si se pone a Dios en el centro, si Dios resulta de nuevo visible en el mundo, si llega a ser decisivo en nuestra vida y si entra también en el mundo de un modo decisivo a través de nosotros» (Homilía en la Misa concelebrada con los obispos de Suiza, 7 de noviembre de 2006) .«Quisiera, añade en otra ocasión,  que todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe, como los que vacilan, dudan o no creen, puedan vivir esta experiencia, que puede ser decisiva para la vida: la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo, y de su amor por cada uno de nosotros».

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