martes, 6 de septiembre de 2011

LA BELLEZA, CAMINO HACIA DIOS

El verdadero artista busca el más allá de lo que ven sus ojos  o perciben sus oídos: se deja arrastrar por el ansia de plenitud hasta el punto de que puede llegar a “maquillar” genialmente a la propia Naturaleza, en cuanto “no reduce los horizontes de la existencia a la mera materialidad”. Es lo que nos hace ver el Santo Padre Benedicto XVI, para quien el arte es “una puerta abierta hacia el infinito”.  Bien recordamos los españoles sus expresivas palabras al celebrar la Misa en la famosa Sagrada Familia de Antoni Gaudí en noviembre de 2010:  “Al contemplar la grandiosidad y la belleza de ese edificio, que invita a elevar la mirada y el alma hacia lo Alto, hacia Dios, recordaba las grandes construcciones religiosas, como las catedrales del Medioevo, que marcaron profundamente la historia y la fisionomía de las principales ciudades de Europa”.

Fue el beato Juan Pablo II quien, proclamó patrono de los artistas al beato fray Angélico, modelo de perfecta sintonía entre fe y arte. Este arte que, según nuestro actual Santo Padre, en sus diversas expresiones, es un “camino privilegiado” para encontrar a Dios al romper con los límites de la razón humana para perderse en lo ultrasensible e infinito: “Quizás os ha sucedido, nos dice,  que ante una escultura, un cuadro, o algunos versos de poesía o una pieza musical, sentís una íntima emoción, una sensación de alegría, percibís claramente que frente a vosotros no hay solamente materia, un trozo de mármol o de bronce, un lienzo pintado, un conjunto de letras o un cúmulo de sonidos, sino algo más grande”, un algo que “es capaz de tocar el corazón, de comunicar un mensaje, de elevar el ánimo”. Y ello porque una obra de arte “es fruto de la capacidad creativa del ser humano, que se interroga ante la realidad visible, que intenta descubrir el sentido profundo y comunicarlo a través del lenguaje de las formas, de los colores, de los sonidos”.  A través del Arte podemos percibir “la necesidad de ir más allá de lo que se ve por  sed y  búsqueda de lo que nunca muere: es como una puerta abierta hacia el infinito, hacia una belleza y una verdad que van más allá de lo cotidiano”. En especial, el arte sacro puede ser un “verdadero camino hacia Dios, la Belleza suprema”. “Hay obras de arte que nacen de la fe y que la expresan haciendo “vibrar las cuerdas de nuestro corazón”.  

Así lo siente y lo dice el Santo Padre para quien multitud de “cuadros o frescos, frutos de la fe del artista, con sus formas, con sus colores, con sus luces, nos empujan a dirigir el pensamiento hacia Dios y hacen crecer en nosotros el deseo de acudir a la fuente de toda belleza”.
Son vivencias suyas que nos quiere transmitir y por ello nos invita  a que la visita a lugares de arte “no sea sólo ocasión de enriquecimiento cultural, sino que se pueda convertir en un momento de gracia, de estímulo para reforzar nuestro vínculo y nuestro diálogo con el Señor, para detenerse a contemplar -en la transición de la simple realidad exterior a la realidad más profunda que expresa- el rayo de belleza que nos golpea, que casi nos 'hiere' y que nos invita a elevarnos hacia Dios”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario