

El Santo Padre piensa y obra como representante de Cristo en la Tierra, e, imbuído de realismo cristiano, vive empeñado en mejorar lo mejorable sintiéndose siempre necesitado de la fuerza del Espíritu y con la prudencia precisa para no desbarrar ante cualquier delicada o complicada situación: sin duda que está en este mundo sin ser de este mundo.
Siguiendo a la prensa de estos días, vemos que, ante el presidente Wulff, el Papa realiza una cita significativa del gran obispo y reformador social Ketteler: "la religión necesita de la libertad así cómo la libertad tiene necesidad de la religión", y recuerda que la República Federal, surgida del trauma del nazismo y de la guerra, ha llegado a ser lo que es gracias a la fuerza de la libertad plasmada por la responsabilidad ante Dios y ante el prójimo.
Dice el vaticanista Magíster que el discurso ante el Bundestag ha sido la tercera gran lección del pontificado, tras Ratisbona y París. Es verdad. Aquí el Papa teólogo nacido en Baviera ha mostrado toda la potencia de razón que posee la fe cristiana, ha roto todos los esquemas, ha descolocado a propios y extraños. Su gran tema ha sido el de los fundamentos éticos del Estado liberal democrático y lo ha desarrollado en un discurso chispeante, con guiños de humor a la bancada, pero con el aplomo, la densidad y la frescura de los grandes Padres de la Iglesia o de los grandes maestros medievales.
En el templo de la democracia el obispo de Roma ha explicado que en la política "el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho", porque sin esto, parafraseando a San Agustín, no hay diferencia entre el Estado y una cuadrilla de bandidos. Y no ha temido recordar lo que sucedió en ese mismo espacio durante el nazismo, cuando el Estado se convirtió en instrumento para la destrucción del derecho, para rendir homenaje a los combatientes de la resistencia que prestaron un gran servicio a la humanidad.
Y el Papa lanza su primer gran desafío: "en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta: en el proceso de formación del derecho, una persona responsable debe buscar los criterios de su orientación". Entonces describe un momento crucial para la historia de occidente, cuando los teólogos cristianos rechazaron un derecho basado en la revelación divina y se pusieron de parte de la filosofía, reconociendo la razón y la naturaleza como fuente jurídica válida para todos.

La Europa de hoy no es ni puede ser la víctima de un nuevo Hitler, un loco que, en inoportuna recreación del superhombre de Nietzsche, se creyó a sí mismo por encima del bien y del mal, algo así como una especie de diosecillo imbécil, que sueña con ver a todo el mundo besándole los pies. Claro que la fuerza un tipo así descansaba en la multitud de los relativistas de entonces y en una cohorte de satélites de “mala voluntad” siempre dispuestos a venderse a la voluntad y caprichos del "amo", "caiga quien caiga".
Ello es algo que quiso evidenciar y contra lo que nos previno el Santo Padre en su memorable visita al campo de concentración y exterminio de Auschwitz, uno de los testimonios de hasta dónde puede llegar la degradación humana cuando reniega de la propia naturaleza hasta convertirse en verdadera bestia para los de su especie.
Ahora hay un nuevo nazismo que condena a una gran parte de la humanidad a quedar fuera del sistema, puesto que como consecuencia de la Dictadura del supuesto mercado o mas bien manipulando el mercado y adueñandose de el mediante los monopolios y la irresponsabilidad financiera sin control ni justicia , es mucho más sutil pero deja a un porcentaje enorme de la humanidad sin trabajo , es el NUEVO ANTICRISTO,
ResponderEliminarSoy de los que cree que el Capital, cuya función "natural" es la de facilitar "motivaciones" para el encauzamiento y buen uso de los medios y modos de producción (sin ello no habría fábricas ni nada que se le parezca), se hace "respetable" solamente en cuanto actúa como "herramienta" al servicio del trabajo. Sino es así, claro que, tal como tú dices, actúa como arma de una implacable dictadura, que se lleva por delante la libertad tanto de los que la padecen como de los que la promueven. La libertad de los hijos de Dios se alimenta, precisamente, del equilibrio en eso de "dar al César (el Capital como mayor poder de este Mundo) lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
ResponderEliminar