lunes, 11 de abril de 2011

La hora de los católicos

Mucha, demasiada, es la tinta que corre sobre los males del momento y muy poca, poquísima, sobre los remedios que, en tantos y tantos casos, depende más o menos de nosotros, los que nos llamamos católicos.
Frente a la falta de lo mínimo para vivir, como lo prueba la muerte por inanición de millones y millones de seres humanos… el pan que no comes pertenece a los que tienen hambre.
Frente a los odios y las guerras sin cuartel… se conocerá que sois discípulos míos en que os amaréis los unos a los otros.
Frente a la desorientación sobre el camino a seguir para no desvariar a la hora de separar el grano de la paja… recordemos cómo, según vemos a nuestro alrededor y corrobora el Apóstol, (Cor. 12, 6-9), “Dios obra todo en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común: Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otor palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro carisma de curaciones, en el único espíritu…
Acuciantes y graves los problemas del momento; ineludible y clara la responsabilidad que a cada uno de nosotros nos corresponde en razón de lo que, tal vez sin merecerlo, hemos recibido ¿a qué esperamos?

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